Es preciso seguir defendiendo la vida desde su concepción hasta su ocaso natural - 20/11/1995
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a los
miembros de la Academia Pontificia para la Vida, reunidos en asamblea
general
Juan Pablo II
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Me alegra encontrarme con vosotros,
ilustres miembros de la Academia pontificia para la vida reunidos por segunda
vez en asamblea general, durante la cual pensáis realizar una primera
profundización sobre la carta encíclica Evangelium vitae , para encontrar en
ella inspiración y apoyo en vuestro empeño, así como las indicaciones concretas
para vuestro trabajo futuro.
Saludo cordialmente al presidente de la
Academia profesor Juan de Dios Vial Correa, a quien agradezco las amables palabras con las que ha
expresado los sentimientos de todos los presentes. Además, dirijo un saludo especial al vicepresidente,
monseñor Elio Sgreccia, a quien expreso mi afectuosa complacencia por su trabajo
al servicio de la Academia. En fin, acojo con satisfacción a cada uno de
vosotros, que prestáis vuestra cualificada colaboración a la noble causa de la
defensa y promoción de la vida humana en todas sus fases.
Misión
importante
2. En la encíclica Evangelium vitae se
define explícitamente el papel de gran importancia científica, cultural y
eclesial de vuestra Academia, instituida «con la misión de "estudiar, informar y
formar acerca de los problemas principales de biomedicina y de derecho,
referentes a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en la relación directa
que tienen con la moral cristiana y las directrices del magisterio de la
Iglesia"» (n. 98).
Para este fin decidí que trabaje en
estrecha relación con el Consejo pontificio para la pastoral de los agentes
sanitarios, colaborando con los dicasterios de la Curia romana comprometidos
directamente al servicio de la vida, ante todo con la Congregación para la
doctrina de la fe y el Consejo pontificio para la familia además de la Congregación para
la educación católica (cf. motu proprio Vitae mysterium, 4 ; Estatuto, art.
1).
La Academia pontificia, insertada así con
autonomía propia en las instituciones eclesiales, está llamada a convertirse en
punto de referencia, en primer lugar, para los intelectuales católicos, a fin de
alentarlos a «estar presentes activamente en los círculos privilegiados de
elaboración cultural, en el mundo de la escuela y de la universidad, en los
ambientes de investigación científica y técnica, en los puntos de creación
artística y de la reflexión humanística» (Evangelium vitae, 98) . Así será
posible iniciar un amplio diálogo de confrontación y propuesta que implique
activamente a cuantos se preocupan por la defensa y promoción de la vida humana,
incluso entre los creyentes de otras confesiones o religiones y entre los que, a
pesar de no pertenecer a ninguna religión, manifiestan un aprecio sincero por
los valores de la vida.
Al servicio del
hombre
3. En este momento, la Academia con su
organización interna, articulada en grupos de trabajo, está dando sus primeros
pasos. Una vez completado el nombramiento de los miembros efectivos, según el
número previsto por el Estatuto, y después de haber obtenido en las diversas
partes del mundo la adhesión de miembros corresponsales y de cualificados
centros de investigación científica y ética, será necesario desarrollar un
intenso programa de estudio, de contactos y de publicaciones para divulgar los
resultados alcanzados.
Por tanto, amadísimos hermanos y
hermanas, os espera un amplio y estimulante campo de trabajo. Vuestra Academia,
instituida siguiendo también la sugerencia e inspiración de su primer
presidente, el profesor Jérôme Lejeune, hombre de grandes méritos científicos y
de admirable testimonio cristiano, está llamada a trabajar en un momento
particularmente importante para la orientación de la investigación biomédica y
del desarrollo de las legislaciones sociales.
En efecto, las ciencias biomédicas están
viviendo actualmente un momento de rápido y notable desarrollo, sobre todo en relación con
las nuevas conquistas en los ámbitos de la genética, la fisiología de la
reproducción y las ciencias neurológicas. Pero para que la investigación
científica esté orientada al respeto de la dignidad de la persona y al apoyo de
la vida humana, no es suficiente su validez científica según las leyes propias
de toda disciplina. También debe cualificarse positivamente desde el punto de
vista ético, y esto supone que sus esfuerzos estén encaminados desde el
principio al verdadero bien del hombre entendido como persona individual y como
comunidad.
Búsqueda de nuevos recursos
4. Esto sucede cuando se trabaja para
eliminar las causas de las enfermedades, poniendo en práctica una auténtica
prevención; o cuando se buscan terapias cada vez más eficaces para curar
enfermedades graves que todavía pueden truncar vidas humanas o perjudicar
gravemente la salud de las poblaciones; o, en fin, cuando se ofrecen métodos y
recursos para la rehabilitación de los pacientes en proceso de curación. La
investigación científica en el ámbito biológico puede contribuir también a
encontrar nuevos recursos útiles para eliminar o reducir la falta de
productividad de tantas zonas de la tierra y contribuir válidamente a la lucha contra el hambre y la
miseria.
La cualificación ética positiva de una
investigación deberá brotar también de las garantías éticas ofrecidas en los experimentos, con
respecto a los factores de riesgo y al necesario consentimiento de las personas
implicadas.
Y también deberá extenderse a la
aplicación de los descubrimientos y de los resultados.
Esta integración de la investigación
científica con las exigencias de la ética en el ámbito biomédico es una
necesidad urgente de la época actual. Si pensamos que esta investigación hoy
alcanza las estructuras más elementales y profundas de la vida, como los genes,
y los momentos más delicados y decisivos de la existencia de un individuo
humano, como el momento de la concepción y de la muerte, así como los mecanismos
de transmisión de la herencia y las funciones cerebrales, nos damos cuenta de
cuán urgente es ofrecer a los que trabajan en este campo la luz de la ética
racional y de la revelación cristiana.
No podemos ignorar el peligro de que la
ciencia sufra la tentación del poder demiúrgico, del interés económico y de las
ideologías utilitaristas. Pero, en cualquier caso, deberá ofrecerse el apoyo de
la ética, respetando el estatuto epistemológico autónomo de toda
ciencia.
Antropología abierta a la
trascendencia
5. En la constitución Gaudium et spes se
afirma claramente el respeto de la Iglesia por la autonomía de las ciencias
humanas en su campo específico (cf. n. 59). Sin embargo, esto no quita, al
contrario, exige que en el análisis de los problemas y en la búsqueda de las
soluciones se tenga presente el bien del hombre que hay que promover y tutelar,
y se inserte en una antropología que, abarcando todas las dimensiones de la
persona, dé sentido al destino de la sociedad y de la historia
humana.
La necesidad de una antropología que
respete los valores humanos y esté abierta a la trascendencia es evidente y
urgente, también en relación con el pluralismo ético que pone en peligro la
universalidad de los valores éticos fundamentales. En efecto, no todos los
planteamientos éticos son compatibles con la visión integral del hombre y con la
propuesta cristiana acerca del valor de la vida y de la persona humana, como he
recordado en la encíclica Veritatis splendor (cf. nn. 74-75).
A la luz de estas consideraciones se
comprende cuán importante es la tarea confiada a la Academia para la vida,
llamada a favorecer el encuentro y la colaboración entre las ciencias biomédicas
y las disciplinas ético-filosóficas y teológicas, a fin de prestar un mejor
servicio a la vida del hombre, tan gravemente amenazada hoy. La composición armoniosa
de la visión y de los resultados de las ciencias positivas con los valores
éticos y los horizontes de la antropología filosófica y teológica constituye una
urgencia primaria en el umbral del nuevo milenio.
El aborto y la eutanasia
6. Análoga y decisiva importancia tiene
el otro ámbito de problemas inscrito en las finalidades de la misma Academia: el
del derecho. En el mundo se han aprobado legislaciones que contienen elementos
que no van de acuerdo con las exigencias y los valores fundamentales del hombre.
En particular, pienso en la legalización del aborto y de la eutanasia. En la
encíclica Evangelium vitae he reafirmado que esas leyes son injustas, nocivas
para el bien del hombre y de la sociedad, y capaces de alterar los mismos
conceptos de ley y de democracia (cf. nn. 11 y 68-72 ).
El futuro próximo permite prever nuevos
pronunciamientos legislativos acerca de las intervenciones del hombre sobre su
misma vida, sobre la corporeidad y sobre el ambiente. Asistimos al nacimiento
del bioderecho y de la biopolítica. Hoy es más importante que nunca que nos
comprometamos para lograr que este camino se haga realidad en el respeto a la
naturaleza del hombre, cuyas exigencias expresa la ley
natural.
Por tanto, os exhorto a trabajar para que
llegue pronto el momento en el que las ciencias positivas y las ciencias humanas
y jurídicas se encuentren a fin de ofrecer garantías para el futuro de la
humanidad.
Necesidad de mayor
cualificación
7. A los creyentes comprometidos en la
reflexión filosófico-jurídica y en la acción legislativa se les pide una
preparación verdaderamente seria en su campo. La Academia para la vida, que debe
estudiar «las legislaciones urgentes en los diferentes países, las orientaciones
de política sanitaria y las principales corrientes de pensamiento que influyen
en la cultura contemporánea de la vida» (Estatuto, art. 2, b), podrá dar
útilmente su propia contribución en esta dirección, también gracias a la más
exacta definición de la metodología de trabajo y de los propios instrumentos
operativos.
Muchas esperanzas depositaba en vuestra
Academia su animador y primer presidente, el profesor Lejeune, que dedicó su
vida a promover la armonía entre las ciencias y la fe en favor de la humanidad,
especialmente de los enfermos.
Además de manifestaros mi estima por el
trabajo desarrollado hasta ahora en esta primera fase de actividad de la
Academia, deseo confiaros de modo particular la encíclica Evangelium vitae .
Profundizadla en sus contenidos específicos y en su mensaje de fondo, dadla a
conocer dentro y fuera de la Iglesia, testimoniando sus valores en vuestro
compromiso científico.
Con estos deseos, mientras invoco sobre
todos vosotros y sobre vuestro trabajo la constante asistencia del Señor de la
vida, os imparto de corazón a cada uno y a vuestros colaboradores la bendición
apostólica.
Joannes Paulus pp.
II